Si estás suscripto a este newsletter de novedades hace un tiempo, sabrás que ya escribí sobre animarse a intentarlo. En esa ocasión, hablé cómodamente sobre animarse a escribir ficción. Digo cómodamente porque escribir ficción me gusta, y es fácil empujar a otros a hacer cosas que a uno no le cuestan.
Lo que me cuesta a mí es promocionar mi trabajo.
Subir una historia a Instagram hablando de un taller que voy a hacer.
Agregar anuncios al final de mis newsletters literarios.
Hablar de lo que hago sin salir de la conversación corriendo.
Incluso mandar este newsletter me genera rechazo.
Tengo todas las herramientas, pero la autopromoción me sigue pareciendo horrible porque me expone.
Me expone a que otros vean que el trabajo no llega a mí como por arte de magia.
Me expone a tener que mostrar mi yo profesional en ámbitos donde también existe mi yo personal (si pudiera bloquear a todos mis seres queridos de las historias donde promociono mi trabajo, sería feliz)
Me expone a la incomodidad de ser vendedora en un mundo que ya tiene demasiado.
Me expone a competir con otras personas que son más exitosas que yo.
Me expone a sentirme molesta llegando a las bandejas de entrada de gente que quizás no tiene nada de interés en sumarse a mis propuestas.
Pero acá estoy, promocionando mi trabajo, gracias a un pequeño atajo mental que llamé ABCD y que uso cada vez que me siento un poco cobarde:
A, de ACEPTACIÓN
Lo primero que tengo que hacer es aceptar que no vivo en el mundo ideal pero tampoco vivo en un mundo tan terrible. Que me tengo que esforzar por conseguir clientes pero los que llegan se suelen quedar, que no existe un botón para bloquear conocidos de mis historias institucionales pero mis amigos no se ríen de mí cuando me ven hablándole a cámara, que lo que vendo no es estrictamente necesario pero sí es un buen producto, que hay personas más exitosas que yo pero yo estoy logrando cosas que antes me parecían impensadas, que me toca molestar gente para llegar a las personas correctas que valoran mi trabajo.
En resumen, aceptar que mis ideas me piden un sacrificio y tengo que dejar de lloriquear y hacerlo.
B, de BENEFICIOS
Cuando acepté, me toca valorar. Valorar que la autopromoción sirve, que gracias a las redes llego a gente a la que si no no llegaría, que mandando estos newsletters logré conseguir más alumnos de los que imaginaba, que hablando en voz alta y sin vergüenza de lo que hago me lleva a conocer gente que quiere trabajar conmigo.
En resumen, recordar que los beneficios de autopromocionarme existen. El día que no existan, dejaré de hacerlo, pero ese día no llegó aún. Lo que me lleva a...
C, de CONCIENCIA
La base más importante de todo este machete es esta C. Tengo que tener conciencia real, no basada en la fantasía, de cuánto funciona la autopromoción, cuánto afecta mi creatividad y cómo me conviene implementarla a mí. Algunas de mis decisiones básicas que protegen mi creatividad son, por ejemplo, nunca promocionar mi escritura grabando un video y nunca pensar contenido artístico para vender algo.
Si todo lo que hago y creo tiene como fin vender un producto, dejo de ser artista. No tiene nada de malo ser creativa publicitaria pero yo nunca quise serlo. Yo quiero ser escritora y docente y me puedo robar herramientas publicitarias para poder dedicarme a la escritura y la docencia pero no puedo dejar que la publicidad sea el foco de mi trabajo.
A su vez, tengo que ser consciente de cuánto me sirve realmente autopromocionar. Si logro subir miles de seguidores en Instagram pero pocos suscriptores a mi newsletter, no me sirve. Si logro tener muchos alumnos que se dan de baja al mes porque entraron buscando un curso mágico para publicar un libro, no me sirve. Si logro tener miles de lectores pero no me gusta lo que tengo que escribir para lograrlo, no me sirve.
En resumen, me toca tener conciencia de cómo, cuánto y hasta dónde autopromocionar lo que hago, para que el balance me dé positivo.
D, de DIVERSIÓN
Lo que hace más fácil la autopromoción es divertirme con ella. Divertirme yo, auténticamente. Hace unos años, me divertía responder preguntas en Instagram, hoy no. Hoy me divierte usar estos memes en este newsletter, empezar una historia de Instagram con un "citando a nuestra prócer Jimena Barón, aparezco" y usar emojis para organizar la información así queda linda.
En resumen, no hay nada más auténtico que lo que uno considera divertido, por eso usar esto como métrica siempre me acomoda. Si me estoy divirtiendo, lo estoy haciendo bien.